Esta Navidad (por Renata dal Bianco)

Este año, nuestro hogar, nuestra casa, fue nuestro lugar seguro.

Así también nuestra familia es nuestro lugar seguro.  Nuestra Madre y nuestro Padre son nuestro origen y nos permiten el recuerdo de la Sagrada Familia.

A casi nueve meses de transitar un año tan complejo como incierto; y prontos a comenzar a vivir la época de Adviento queremos hacerles llegar nuestra invitación para crear juntos un nuevo ritual que le dé sentido a nuestro espacio, a nuestra casa, a nuestro cuerpo.

Cada ser humano tiene hoy su alma embarazada, esto puede estar vivenciándose con cierta angustia e incertidumbre por lo que está por venir. Y en algún punto es algo que todos tenemos en común. Mientras existan personas que no se sientan reconocidas y transformadas, así como tampoco lo sean los reinos naturales, no deberíamos descansar.

Está por llegar la última fiesta del año, Navidad.

La imagen de un niño recién nacido nos sensibiliza y nos conecta con ese momento en el que más indefensos somos como seres humanos. Frente a él podemos experimentar algo misterioso y maravilloso, algo que no podemos sentir en la presencia de un adulto ni de un niño mayor. En cada niño que nace celebramos a ese Ser humano que tenemos como ideal y hacia el que cada alma peregrina aspira llegar. Ese camino al que Cristo se unió.

Son las fuerzas divinas en cada niño que intervienen para que suceda el milagro del andar, del hablar y del pensar, luego se retiran y son las fuerzas del ser humano en perfecta unión con el Espíritu de Cristo quienes esperan en cada alma su Navidad.

Despertar nuestras fuerzas de creatividad es una manera de permitirnos nacer a la vida en cada nuevo año, con la frescura y la alegría ante nuestro asombro por aquello que se nos manifiesta desde lo profundo y oculto, lo por nacer.

Adviento es una invitación a buscar en nosotros el espacio interior para en silencio dejar de ocuparnos de tantas demandas cotidianas externas y que en nosotros se vislumbre la dirección que tomaremos.

En Jesús, María y José contemplamos la imagen del verdadero Amor. Con confianza y desde ellos podemos dirigir nuestras fuerzas para crear nuestra propia familia, nuestro espacio de comunión y oración, como un pequeño templo doméstico.

Renata Dal Bianco